Críticas

Paisajes desnudos, dramáticos, desolados. Son como lugares vistos en sueños, recordados al despertar y expresados con sintética gravedad. La paleta es sobria, de tierras enrojecidas.
José Hierro (El Alcázar, 1966)

Nos llamo poderosamente la atención su sobriedad sencilla, su evidente ritmo plástico, su peculiar tono poético, entre bello y sombrío. Sus medios expresivos, sin tener que emplear recursos extremistas, sin paroxismo de expresión detonante, venían a converger sobre el lienzo en armoniosa síntesis de una dicción poética, suave y misteriosa.
Rafael Soto Vergés (Artes, 1966)

Un dia, emborronado por la canícula del pueblo de Canet de Mar, Concha Ibáñez descubre la pintura. Un artista ambulante transporta el barroquismo desenfrenado de la playa, las barcas, un mar caliente y un cielo exagerado y añil cabalgado por nubes borreguiles. Es la Magia. Para Concha, que tiene seis años y que nunca había sospenhado que la química de una paleta de colores pudiera perpetuar la cotidiana belleza, aquello era el asombrado contacto con la magia. Quedó fascinada. Y desde entonces, ella me lo contó un verano, supo lo que sería su futuro.
Concha Alós (1970)

No es fácil contemplar una vibración de grises y verdes tan finos como los que envuelven las telas mallorquinas e ibicencas de Concha Ibáñez. Es una luz que parece emanar de los olivos, de los campos en flor. Se huye de lo cómodo, de la visión directa y descriptiva. Se alcanzan síntesis con un mínimo de elementos. Y al mismo tiempo se confiere a los cuadros hondura y profundidad.
Juan Gich (La Vanguardia, 1970)

Per a Conxa Ibáñez la pintura és un fenòmen líric: pel que pugui tenir de diguemne poesia i perquè es nodreix de la seva intimitat. Recordar Piero della Francesca –a tot una escola– no és refugiar-se un recurs retòric. ¿No podriem imaginar per un moment que Conxa Ibáñez hauria pogut treballar al costat dels grans paisatgistes anglesos de fa cent, cent cinquanta anys? Però no caiguem en susceptibilitats pejoratives: ¿no podria també Conxa Ibáñez il·lustrar, per exemple, l’univers desolat del Mart de l’any 2000 de les “Cròniques marcianes” de Ray Bradbury? O, ara mateix, els relats de Jorge Luis Borges.
Baltasar Porcel (1970)

Concha Ibáñez posee una tal sabiduría de oficio que emplea un tipo diferente de ritmos, de colores y, sobretodo, de aplicación del pigmento para cada uno de los temas que elige. Se trata de una exposición sabia en la que hay, no obstante, una enorme pasión interior que la artista ha sabido velar a medias con un pudor y una delicadeza poco corrientes ya en el arte de nuestros días.
Carlos Areán (Estafeta, 1971)

Para Concha Ibáñez el paisaje son unos ritmos y unos colores planos, sin sombras ni anécdotas de ningún género (…) sus paisajes son mudos y silentes. Tienen la grandeza del silencio y la soledad.
A. del Castillo (1973)

Poco a poco, con su parsimonia y su seguridad, Concha Ibáñez ha ido perfilando con caracteres propios sus formas y sus signos. Ha enriquecido la materia, ha dado solidez al sentido arquitectural de su pintura, ha conjugado el color con moderación y con audacia. Y de tal modo ha alcanzado así un estilo personal.
Cesáreo Rodríguez-Aguilera (1975)

Al llarg dels anys la pintura de Concha Ibáñez ha anat desfent-se de tot allò que és adjectiu, accessori, retòric, per escorcollar l’essència física d’un poble, d’una contrada o d’una terra. (…) La sèrie eivissenca li permet d’arquitecturar uns volums de blanca formulació, el camp de Tarragona li ofererix unes terres nues, i de testa de cèlics horitzons i de paisatges biogarrats. Menorca és grisosa; Galícia, suau i verda; la Chanca almerienca, ombrívola, etc. Una síntesi d’espai, llum, terra, natura i arquitectura dins d’un tot ben travat i sensible als trets propis de cada indret.
Daniel Giralt-Miracle (Avui, 1978)

Los colores, enteros muchas veces, se iluminan en no menos invisibles espejos, estremecidamente quietos en cada gama. Son a manera de paisajes de tierras nuevas, radiantes, puras, poseídas por la luz que las hace apetecibles y las sosiega al sol.
Fernando Gutiérrez (La Vanguardia, 1978)

Concha Ibáñez practica el tacto y la geometría del arte de pintar con un fervor infrecuente, con una rara distinción que hace que en estas obras suyas todo sea límpido y sereno, claro y preciso, pero, al propio tiempo, suave y querencioso, más como acariciado dulcemente que como plásticamente aprisionado en su estricta captación.
Santos Torroella (El Noticiero universal, 1978)

Si algún día las voces del silencio se adelgazaran hasta la transparencia y se perdieran en ella, habría que buscarlas en la depuradísima síntesis de los paisajes de Concha Ibáñez. La hallaríamos en las profundidades infinitas de la atmósfera evanescente y delicadamente misteriosa de esos campos desolados, en los árboles que crispan en el aire el callado clamor de sus ramas, o en esas vides que semejan manos a punto de cerrarse y convertirse en puños, como si quisieran recoger la soledad cálida de la tierra. Una honda y tímida melancolía, mansa hasta el dramatismo, nos mira desde estos paisajes señoreados por los colores entre aéreos y líquidos de las luces del alba. Lo invaden todo con su luminosidad limpia, ligeramente mate, como recién hecha. Cada paisaje parece rescatado del sueño.
Fernando Gutiérrez (La Vanguardia, 1981)

Aquí están de nuevo sus imágenes de los pueblos de Almería; de los campos; de los árboles inmóviles y japonizantes; refleja a la tierra en ritmos armoniosos, de nobles y femeniles ondulaciones; las casas son como cubos luminosos; la pintora elimina en ella huecos y ventanas para imprimirles mayor misterio e irrealidad; la huella del hombre no pisa esos senderos solitarios.
Rafael Manzano (El Noticiero universal, 1981)

Poca pintura conozco de tan sencillo y puro contenido poético que posea, al mismo tiempo, tan intensa y sugeridora profundidad, como la de Concha Ibáñez. A veces pienso que es una pintura situada detrás de los ojos, donde la mirada nace y exhala su primer vagido en la luz. Nada, sin embargo, como la profundidad de estos paisajes de simplicidad casi inverosímil, cuyas esencias telúricas y humanas a la vez ha sabido alcanzar tan delgadamente la sensibilidad casi enfermiza de Concha Ibáñez.
Fernando Gutiérrez (La Vanguardia 1981)

La Conxa Ibáñez és una persona clara, de dia. Quan acaba la jornada li agrada de tenir amics a sopar, i els atén com si els menjars es fessin de miracle, com ni naixessin espontàniament de les seves mans. Després, com que ella pren cafè encara que sigui de nit, n’ofereix a tothom; però quan passen de les dotze comença a mirar l’hora i després d’una estona s’aixeca i diu “Gent!”, que vol dir: cada ovella al seu corral. Perquè la Conxa es lleva de matí, agafa els pinzells i conrea els seus quadres com es conreen els camps.
Ricard Creus (Pròleg de”Poemes i dibuixos”, 1983, de Miquel de Palol i Conxa Ibáñez)

La pintura de Concha Ibáñez es limpia, sus bardas y muretes recortan con nitidez las tierras volcánicas de Lanzarote, o las doradas y rosadas del Magreb.
Mercedes de Prat (Asociación Internacional de Críticos de Arte, 1987)

Concha Ibáñez sabe resolver con eficiencia la monotonía aparente de un paisaje que, en muchas ocasiones parece mortecino y recurrente, sobre todo a nivel cromático, pero que en cambio es lo contrario, ya que si observamos cada una de las piezas –al margen de que correspondan a series diferentes– veremos que los cambios son evidentes, pero no de manera exagerada, sino que son cambios muy suaves, muy tenues, casi como el tratamiento del color, ya que la intención de la artista es plasmar el detalle, la calma, el silencio, el viento, la brisa, el efecto atmosférico, o sea, todo aquello que sólo advierte la propia artista y que al espectador le pasa desapercibido.
Ramon Casalé (Asociación Internacional de Críticos de Arte, 1990)

Cuando uno entra y se ve entre las composiciones de Concha Ibáñez, siente la sensación de estar rodeado y envuelto de algo diferente y especial.
Dorothy Roatz Myers (1994)

En contemplar qualsevol obra d’aquesta pintora, sigui un dibuix o una pintura, ressalten primordialment l’honradesa i la sincertitat de la bona pintura que no segueix cap moda imposada i que prossegeueix un camí iniciat ja fa molts anys, sense cap defalliment, però cada vegada amb més maduresa.
Francesc Rodon (Museu Monjo, Vilassar de Mar, 1995)

En sus cuadros está todo lo que se ve y sugiere, con una técnica de aparente sencillez, que oculta una depurada elaboración. Así nos muestra la inmensidad de Castilla; la desolación de los Monegros; la luz inaugurando la mañana, como un rito antiguo, en Venecia; las serenas lloviznas en el atardecer de los olivos; la espaciosidad y volúmenes cromáticos de Marruecos; los socos de Lanzarote; el abigarrado constructivismo geométrico de Nueva York; el fulgor matinal, fuertemente expresivo del cubano Cayo Largo… y, el color presidiéndolo todo como la esencia poética de su pintura.
Antonina Rodrigo (Concha Ibáñez, Cuba, 1996)

Concha Ibáñez se nos muestra siempre como paisajista, como paisajista real pero no realista, porque su acto de fe en el mundo exterior experimenta una simplificación, puede llamarse una abstracción, en la que se acepta la verdad de lo existente, pero se toma de esta realidad el carácter de los planos significativos que sustentan el horizonte.
Adolfo Castaño (Abc, 1999)

Concha Ibáñez es, ante todo, una paisajista que ha ido depurando al máximo su sentimiento de la naturaleza. Intérprete de los campos de Castilla, de las tierras desoladas de Almería, o de la geología volcánica de Lanzarote, pero también de las playas de Cuba o de los barrios de Nueva York. Todo pasa por su versión personal para ser transformado en su quintaesencia, en una difícil y aparente simplicidad. Su pintura tiene siempre algo de ascetismo, algo de misticismo, que nos lleva a un mundo de soledad donde, casi de manera imperceptible, sentimos la mano del hombre transformador de la tierra.
Marcos Molinero Cardenal (2000)

En la carrera d’obstacles –Germaine Greer dixit– que és la dona en el món de la pintura, Concha Ibáñez fa anys que guanya curses sense enrenou, sense publicitat, amb l’urc, però, d’imposar-nos el seu món, que vol dir les seves línies i colors, insisteixo, inconfusibles, i ho fa des d’una mirada de dona tranquil·la que, això no obstant, no cedeix enfront de res: no l’he vista mai seguir modes, sinònim de foc d’encenalls. Solcs, arbres, ocres o verds, el classicisme genuí o una lectura plasmada en un pastel, per exemple. Obres que realitza amb la seva vida i que expliquen que la seva casa sigui el seu taller, els seus viatges les seves teles, la seva conversa una promesa de què, allò que veiem, potser acabarem tenint-ho fixat, perpetuament, emmarcat.
Marta Pessarrodona (2000)

Conxa Ibáñez és una paisatgista perquè desitja entendre la humanitat en el seu conjunt. Podria representar altres aspectes de la vida col·lectiva, però en la visió anímica de diversos paisatges aconsegueix expressar la seva voluntat solidària.
Josep M. Cadena (El Periódico de Catalunya, 2002)

Los paisajes de Ibáñez prescinden del detalle y buscan una esencialidad que desemboca en una pintura ascética, geométrica y depurada. Los cromatismos armónicos y poco estridentes, pero claramente diferenciados según el lugar que pinta (tonos terrosos en las imágenes del Vallès, azulados en la serie de los olivos de Jaén, grises en las vistas del Lanzarote volcánico…), contribuyen al equilibrio y la serenidad de sus pinturas. En el caso de las visiones castellanas, se inclinan por todas las variantes del amarillo y los ocres, en un intento de trasladar al lienzo su percepción de la tierra cultivada, un paisaje que ella misma ha afirmado que es lo que más le gusta de la naturaleza.
Maria Lluïsa Faxedas (Pintura catalana: segones avantguardes, 2020)

Son paisajes bastante singulares y diferentes a lo que estamos acostumbrados a contemplar, donde la figura del ser humano no aparece, pero se intuye, ya que los caminos, las casas, los molinos o los cultivos que aparecen en ellos alguien los ha creado. No se percibe movimiento, pero en cambio hay vida, color y luz, logrando transmitir al espectador un conjunto de sensaciones y emociones que provocan un estado de tranquilidad y placidez muy notorio, donde solo surge lo imprescindible y necesario. La línea del horizonte que está presente en la mayoría de sus composiciones sirve para delimitar el cuadro en dos partes, indicando la existencia de un primer y un segundo plano, sin que ninguno de ellos prevalezca sobre el otro, debido a que ambos son igualmente importantes, como ocurre en la pintura renacentista, donde la línea se acerca a la idea de equilibrio y orden..
Ramon Casalé Soler (Concha Ibáñez In memoriam, 2023)